domingo, 18 de septiembre de 2011

Inspiración limeña 26: Me gustan los perdedores

I spend so much time above the earth,
thinking about life and each man's worth
How can one person be worth more
than a thousand people knocking on his door?

Above the earth - The Kooks

Esto será corto pero intenso.

Deberían estar estudiando Física II y Cálculo III pero cuando sólo tienes un día en la semana para decidir hacer lo que sea con este tal “debería”, se transforma en una existencia fantasma para mí.

Todo comenzó en tercero de secundaria. Cuando nuestro salón estaba ubicado en el tercer piso de aquel edificio nuevo del patio de secundaria y sufríamos todas las mañanas hasta llegar a él. Yo me sentaba en la tercera carpeta de la columna número dos y él se sentaba en la primera carpeta. Nunca lo había notado tanto como en ese momento, era tan flaco y tan alto; llevaba lentes y tenía cabello grueso puntiagudo, era extraordinario en oratoria y su voz gruesa a tan corta edad me atraía. Luego descubriría que la voz gruesa me atraería a todo hombre que la tuviera. Yo llevaba el cabello tan lacio como siempre sólo que en ese tiempo lo tenía sujetado todo el tiempo y cargaba mis lentes de bordes delgados morados. Tenía brackets y para completar mi look de nerd, mi falda se situaba exactamente a la mitad de mis rodillas. Todo comenzó mal pero hasta ahora pienso que era la única manera de comenzar nuestra relación sino no hubiera comenzado del todo. Le comencé a hablar en exceso, porque me gustaba, él lo sabía y yo no lo sabía. Le mandaba mails para que pudiéramos conversar porque en ambiente colegial no había tiempo. Nunca logré lo que quería. Nos volvimos mejores amigos y ahora él estudia Comunicaciones y cada vez que nos vemos nos abrazamos. Sigue flaco como siempre, ahora usa lentes de contacto como yo y tenemos un aire mucho más como siempre quisimos: genuino. Es fácil de distinguir, por lo menos para mí. Y es que desde ese momento en que me fijé en él comenzó una selección exclusiva de sólo algunos hombres para que pudieran ingresar a mi vida amorosa: los que la sociedad tildaría de perdedores, nerds, etc.

Es obvio que para mí son cercanos a dioses. Me encantan los que leen y los que les gustan ir al cine. Los que disfrutan de escuchar música como si estuvieran comiendo un chocolate del tamaño de un centímetro cuadrado. Y es obvio que aborrezco a los creídos, a los pedantes y a los sucios de alma. Me gustan los que gustan de cosas diferentes. Me gustan los inteligentes. Me gustan los que tienen presencia. Me gustan los que tienen esperanza. Me gustan los que están completamente vivos y seguirán vivos por más años que pasen. Me gustan los que disfrutan de las cosas simples. Me gustan los guerreros y tercos. Me gustan los apasionados. Me encantan los reales, por dentro y fuera. Me gustan los que bailan como locos y los que se empilan en una fiesta sin alcohol o alguna droga. Me encantan los sinceros. Me gustan los que me miran cuando hablo y estoy mirando a otro lado. Me encantan los que ven mi espíritu y no lo que va sobre mi piel. Y también es obvio que nunca encontraré a ninguno con todo esto y más, pero espero que haya alguien que se le acerque. Yo sí creo en el amor y en la pasión; sólo espero que él también.

Estos dos años y medio de autoexploración y total independencia, lo más cercano a amor que he estado es el típico cliché de “Sí, me gusta”; lo sé, pobrísimo en términos apasionados. Tal vez debería ser más aventada o pendeja. No, esa no soy yo. O tal vez lo debería ser. Estoy tan loca que en verdad lo estoy considerando. Cuando coqueteé con ese Bar Tender en Munich y me imaginé el número de mujeres con las que ha hecho lo mismo y me sentí común y ordinaria. Tal vez ese sentimiento comprueba que no he nacido para ser pendeja, por no decir perra.

Tal vez ya debería dejar de escribir tanta tontería. Pero sí, me gustan los “perdedores”. Porque aunque casi nadie lo comente, todos tenemos nuestro lado apasionado y filosófico, sólo que yo aprecio muchísimo más a los que lo reconocen y no los que lo ocultan con estúpidas prácticas humanas, terrenales. Hay que ser más celestiales. Lo seremos, juntos. Encuéntrame.


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