jueves, 18 de noviembre de 2010

Todavía existen


Fotografía de la película Babel. El guía y él.


Gran día.

Estaba entusiasmada por mi clase de Sociales porque el profe había dicho la clase anterior que era posible que viéramos la película Babel por su gran ejemplificación de Globalización. La verdad es que yo ya la había visto como tres veces pero cada vez que la veía podía ver cosas nuevas y sentir sentimientos nuevos y/o iguales. Estaba entusiasmada.

Llegó la hora de la clase y, efectivamente, vimos juntos la película. Pasó lo que quería que pasara. Vi algo que no había visto antes. Vi una gran escena. Gran escena.

No les contaré la historia porque es muy larga y no vendría al caso. Si la han visto, me entenderán.

La ambulancia para su esposa por fin llega tras varios días de agonía y desesperación. El guía los había ayudado desde el inicio del accidente. Estuvo a su lado, pendiente de todo. Se comportó como su gran amigo, su gran colega. Como si lo conociera de toda la vida. Pero sólo se habían conocido en aquel viaje a Marruecos. Su esposa es transportada al helicóptero y llega la hora de su despedida. Él, como medio de agradecimiento por la inmensa ayuda, le da dinero. El guía mueve la cabeza de un lado a otro con una expresión realmente hermosa, como diciendo “no, por favor, no; todo esto lo hice de corazón; no insista”. Él lo mira, con sorpresa pero al mismo tiempo con admiración. Se miran por unos segundos más y él entra para estar al lado de su esposa. El helicóptero despega y el guía se va. Nada más.

Entonces yo dije: “si recibía el dinero, de alguna manera, se hubiera roto ese conexión especial con el universo” “su ayuda hubiera tenido precio o, lo que es peor, tal vez se hubiera olvidado que lo había hecho por simple amabilidad”. Y por último dije: “todavía existen personas buenas en el mundo”.

Existen.

Salí feliz, muy feliz y llena de vida. Fue una gran dosis de vida. Fui al baño, corriendo. Iba a explotar. Hablé con mi Chupi, nos reímos. Un micro estaba por irse, lo paré. El cobrador dijo: “espera espera, señorita va a subir”. Subí. Abrí mi maleta y busqué mi billetera, mi billetera grande morada. No la encontré. Luego sucedió como un flash de 5 milisegundos donde recordé que la había dejado sobre una mesa en la cafetería. “Puta madre” dije. Pregunté “¿puedo bajar aquí?”. El cobrador amable dice: “Sí, sí, claro; se le ha olvidado la billetera”. Y yo: “Sí, lamentablemente”. Bajé y dije “gracias” Raro, porque nunca digo gracias al bajar de un micro y menos cuando me acabo de enterar que acabo de perder todos mis documentos. El cobrador dijo “No, no hay de qué” Eso también me sorprendió. Ya no hay cobradores así. Y por último dije, otra vez: “todavía existen personas buenas en el mundo”.

Entré otra vez en mi realidad, mi pequeña colección de documentos se había quedado en aquella cafetería. Repetía: “Por favor, por favor, por favor; si alguien la encontró que haya sido una de esas personas que aún son buenas, muy buenas”.

Pero primero tenía que conseguir un Sol, para mi pasaje si no encontraba aquel objeto morado. Llamé a mi denguecito sexy y me dijo que estaba al otro lado de la universidad. Caminé muy rápido. Me encontré con mi mejor amigo, que nunca lo veo, pero en esas extrañas circunstancias lo vi. Estaba hermoso, como siempre; lleno de luz. Caminé y caminé. Me tiró un sol por las rejas y un señor de limpieza me lo alcanzó y dijo: “la plata me llueve”. Nos reímos juntos y le agradecí. Muchas cosas buenas estaban pasando. Sólo faltaba que encontrara mi billetera.

Llegué a la cafetería y en medio del caos del almuerzo le pregunté a la señorita que atendía si habían encontrado una billetera. Me dijo que esperara y le preguntó al de caja.

Las cosas no pudieron salir mejor.

La encontré. Bueno, la habían encontrado. Y repetí: “todavía existen personas buenas en el mundo”.

Lo que había hecho a la circunstancia peor de lo que realmente era, fue que era la segunda vez que se me perdía la billetera. La primera fue más dramática y algunos gritos de mis padres estuvieron incluidos. Esta vez, no les contaré porque me dirán lo mismo de siempre: “¿por qué eres tan distraía?”. Lo cierto es que así soy. No puedo evitarlo. Siempre estoy en Marte cuando debería estar en Tierra. Así soy ¿y qué?

Lo maravilloso de todo esto es que pude comprobar lo que la película había querido transmitir. Todavía existen buenas personas en el mundo. Las hay, en serio las hay. Eso me da esperanza, esperanza que las cosas pueden mejorar. No hay más que decir, no hay más qué comentar. Existen y punto.

Estoy segura que te has topado con más de una de ellas en toda tu vida, y lo seguirás haciendo. Sólo espero que cada vez haya más y no menos. Cuando te topes con ellas lo único que querrán es tu agradecimiento, es lo único que piden. Esas personas son como el guía de Babel; no quieren dinero, sino quieren una mirada y un verdadero “gracias”.

Todavía existen buenas personas en el mundo. ¿Y tú? ¿Eres uno de ellos? Realmente espero que sí.

Suerte y adiós.

No hay comentarios:

Publicar un comentario