domingo, 31 de octubre de 2010

Dosis de vida

Casi siempre pienso en lo que voy a escribir y el toque de oro es el título, claro que a veces no me salen como quisiera. Sin embargo, esta ocasión es especial porque pensé en el título primero y no sé realmente qué escribir pero sé que tengo cosas que decir.

Creo que todo esto nace debido a mi agotamiento últimamente, a pesar claro que no hago gran cosa. Algunos cursos por aquí y otras actividades por allá, pero seamos francos: hay personas que hacen mucho más. Aún así me siento agotada y, lamentablemente, aburrida. Este fin de semana largo ha sido y es terriblemente horrible porque he tenido mucho tiempo, tiempo donde la señora responsabilidad me ha estado recordando cada segundo que tengo mucho por estudiar y mucho por leer, maldita señora.

Entonces, en mi aburrimiento y en mi desgano por mi vida últimamente dije: “necesito una dosis de vida, ojalá la vendieran en la farmacia como una inyección” Pónganse a pensar ¿No sería genial? “Hoy fui a la farmacia, me compré una dosis de vida, la necesitaba tras mi fracaso en mi trabajo y me siento más que bien” o “Desde que me inyectaron vida, mi vida ha dado una vuelta de 360 grados, me siento invencible”. Pero otra vez, es una simple fantasía…

Luego pensé: “¿Y si las dosis de vida no las compras en las farmacias como inyecciones sino que vienen de diferentes formas y de diferentes maneras? ¿Qué pasa si las dosis de vida son diferentes para cada persona y por eso son tan especiales? ¿Y si yo he tenido y tengo dosis de vida a cada segundo pero simplemente no sabían que se llamaban así? Si lo vemos desde este punto de vista, la respuesta es que existen, existen en verdad.

Para que me entiendan estuve pensando, después, cuál sería un ejemplo de dosis de vida en mi vida. Ya lo mencioné antes: las películas. Es muy raro, hasta ahora no conozco a una persona que sienta lo mismo que yo al ver una película de sus favoritas. Lo dije antes pero lo volveré a decir: es como si viviera, sintiera lo que ellos sienten a pesar que estoy sentada o echada agarrando una almohada o comiendo lo que sea. Es como si desapareciera de mi realidad por unas horas y viviera otra. Es como leer un libro, pero más placentero aún. Claro que no cualquier porquería de película, no. No como Piraña en 3D, no. Esas que te hacen llorar; bueno… sí, me gusta llorar cuando las veo. Así que dije: “tengo que ver una película” y lo hice. Vi la que siempre menciono: The curious case of Benjamin Button; siempre que la veo me impresiona porque siempre veo cosas que no vi la vez anterior. Y, por último, viví… ¡Funciona! Fue una dosis de vida, me renovó.

Ahora sólo me encargaré de averiguar qué otras cosas pueden ser dosis de vida para que me ayuden cuando siento que no puedo más, para que sean mis baterías, para que me sostengan cuando me desmorone. Tal vez una de ellas resulte una persona, espero que sea así. Tal vez una de ellas sea una actividad, espero que sea así. O tal vez un momento ¿por qué no? Un periodo de tiempo, tal vez. ¿Y por qué no una fotografia? Ya lo veremos.

Quiero que todos encuentren sus dosis de vida. Ojo que son dosis de vida, no de muerte; así que el alcohol y las drogas no cuentan aunque te hagan olvidar parte de tu realidad. No cuentan porque cortan tu vida poco a poco sin que te des cuenta. Las dosis de vida son para alargarlas hasta cuanto quiera el destino y para hacerlas totalmente placenteras.

Encuentra tus dosis de vida, verás que las cosas serán mejor.

Suerte.

viernes, 29 de octubre de 2010

Find the joy

En la fotografía: Madre Teresa de Calcuta. Extraordinaria mujer que encontró su felicidad llevando felicidad a los otros.

He tenido que sacrificar algunas cosas para sobrevivir esta semana. Una de ellas: escribir. Sólo cuatro semanas más y me deshago de dos cursos que no quiero volver a ver nunca más.

Aunque no haya escrito en físico, escribía sin papel en mi imaginación. Esta semana volvió un tema del cual he estado muy interesada desde que he tenido memoria: la felicidad. Siempre la misma pregunta: ¿qué es la felicidad? Aún no lo sé, pero ¿quién lo sabe? Es inefable, así de simple. Tal vez la mejor forma de describirla es decir que es como el viento, no la ves pero sientes como recorre tu cuerpo, como recorre tu vida.

Mi apego con las películas es único. Amo las películas que te hacen vivir aunque simplemente estés sentado o echado. Esas que te impresionan y te cambian la vida. Esas que te inspiran y te guían. Una de las mejores películas que he visto y que influyó en mí tanto como influye el viento en la forma de las montañas es “The bucket list” con Jack Nicholson y Morgan Freeman. Fue la película que hizo que cree mi propia lista de “las cosas que tengo que hacer antes de morir”. Fue la película donde escuché las dos preguntas más importantes de una vida:

1. ¿Has encontrado la felicidad en tu vida?

2. ¿Tu vida ha traído felicidad a otros?

Seamos realistas y admitamos que la primera la escuchamos siempre. Siempre. Desde tu abuela hasta una publicidad de detergente. Es más, me atrevería a decir que está tan prostituida que ya casi ha perdido todo su valor, que ya no causa la misma sensación en las personas. Se ha prostituido tanto como un “¿Cómo estás?” que su respuesta, “bien”, es como automática. La primera es casi así, su respuesta automática es casi siempre un vacío “Sí”.

¿Y la segunda? Esa no ¿no? La primera vez que la escuché fue cuando veía la película y me impresionó. Pero de esas impresiones que te marcan, que te hacen perder en el universo de tu mente. Dejé de ver la película, aunque físicamente la estaba viendo, y dije “eso nunca lo había escuchado”. Era verdad, nunca había escuchado esa pregunta. No me la imaginaba venir tampoco.

Sé que las dos tiene el mismo peso y que para sentirte pleno las dos preguntas tienen que tener respuestas afirmativas, pero hasta ahora pienso que la segunda es un poquito más importante ¿Por qué? Porque cuando te concentras únicamente en la primera, te arriesgas a que tu ego crezca y dejas de pensar en los demás. Porque si no le tomas atención a la segunda, arriesgas la muerte de tus sueños cuando estos involucran a los demás. Dejas de ser honesto, dejas de luchar. Tu única lucha es por ti. Y como un buen amigo me dijo: “Créeme, uno se siente mejor ganando dinero cuando haces algo por los demás que cuando fabricas armas.” Es cierto.

No odio la cultura occidental pero lo que si odio es que, por lo menos en Perú, nos haya alejado tanto de nuestras culturas que sentían más las cosas. La cultura occidental fue la que nos trajo esa felicidad embotellada que compras en las tiendas, esa felicidad exterior. Hemos olvidado de lo que se trata realmente: de disfrutar. Estamos tan ocupados y preocupados todo el tiempo en hacer nuestros ‘deberes’ que olvidamos de lo que se trata la vida: de vivirla.

Yo quiero compartir mi felicidad con los demás, es por eso que mis sueños los involucran. Trabajo para ellos. Soy suya. Mientras que ellos estén bien, yo estoy bien. Nos tenemos que entregar al mundo.

No nos concentremos en esa pregunta prostituida y comercial. ¿Es importante? Claro que sí pero no es la única. Estoy segura que cuando tu estas feliz y los de tu alrededor también vas a sentir la verdadera dicha, dicha por vivir y por hacer vivir. Es como cuando comes tu plato favorito y estas rodeado de personas que se mueren por probarlo. Si te lo comes solo eres feliz, pero no a pleno. Si lo comes y lo compartes se creará un ambiente de dicha y esa es la verdadera sensación de felicidad. Lo mismo pasa con el mundo, si el mundo comparte tu felicidad, serás más feliz aún.

Recuerda que el secreto es el equilibrio, encuéntralo.

Mientras tanto, yo seguiré trabajando en ello.

sábado, 23 de octubre de 2010

Alteración inesperada


Fototrafia de la pelicula "The curious case of Benjamin Button", una de mis favoritas.

Varios acontecimientos durante los dos últimos días me han hecho pensar en el amor. Aunque no sé exactamente por dónde comenzar.

Antes del viernes tenía tan claro que estando sola estoy perfecta. No estoy diciendo que ahora piense que estoy mal estando así sólo que un buen amigo me hizo pensar. Tenía tan en claro que yo sola puedo con todo o por lo menos pensaba que no puedo estar con alguien mientras yo no esté bien. Dije estas exactas palabras: ¿Cómo voy a estar con alguien si algunas veces ni siquiera puedo conmigo? Y luego él dijo algo como: Para eso estas con alguien ¿no? Para que te ayude cuando tú no puedas contigo. Tú no necesitas un hombre, necesitas un campeón; tú misma lo escribiste.

Carajo, tenía razón.

Me dejó pensando. Sé que leerás esto así que lee estas palabras: te odio.

Más tarde del mismo día fui al cine con unos ratones que estudian alemán conmigo. Fuimos a ver “Eat pray love”. ¿Estupenda? Sí, pero mejor es el libro. Liz, la protagonista, huye del amor casi al final de la película porque “el amor la desequilibraba”, ese equilibrio que tanto había buscado lo perdía cuando estaba con él. Fue a hablar con su gurú por última vez y cuando él le pregunta acerca de su nueva novio, ella le dice que habían terminado; entonces el sabio le dice algo así: “Liz, a veces tienes que desequilibrarte un poco por amor para encontrar el equilibrio en tu vida”. Por ahora no diré el sentido de esas palabras y seguiré contando los acontecimientos.

Hoy, sábado, mientras iba a Santa Eulalia iba leyendo el libro del que se basó tal película. Leí un capítulo que tenía un final demasiado bonito a mi parecer:

“Al contemplar el mausoleo, pienso que tal vez mi vida no haya sido tan caótica después de todo. Lo que es caótico es este mundo nuestro, que nos trae cambios totalmente inesperados. El mausoleo parece advertirme que no me aferre a ninguna idea obsoleta sobre quién soy, lo que represento, a quién pertenezco, ni qué papel he podido querer representar alguna vez. El ayer pudo ser glorioso, ciertamente, pero mañana puedo verme convertida en un almacén de fuegos artificiales. Incluso en la Ciudad Eterna, nos dice el silencioso mausoleo, uno ha de estar siempre dispuesto a sufrir alteraciones convulsas, desenfrenadas e interminables.” – Elizabeth Gilbert

Todo me hablaba de este tema. Todo. Hace unos minutos termine de ver una película en HBO un poco tonta pero tuvo un final feliz, él dejó sus miedos de que ella lo dejara y se rindió ante el amor. Otra vez, el mismo tema. Es como si el destino quiso que me de cuenta de esto, obviamente lo hice y por eso estoy escribiendo.

¿De qué me di cuenta? De que tenemos que arriesgarnos. En todo claramente, pero sobretodo en el amor. Me di cuenta que nunca lo he hecho y que hice exactamente lo mismo que el chico de la película hizo: le di la espalda al amor por miedo, por cobardía. Tenía miedo que él se vaya primero así que yo me fui. No fue una buena idea, fue una de las peores. Le di la espalda al amor. Siempre he hecho eso creo. Soy muy cobarde. Me cuesta admitirlo. Digo que estoy bien sola pero la verdad es que tal vez no esté tan bien. Digo que no hay nadie, pero ¿cómo va a haber la posibilidad de que haya alguien si mi corazón está completamente cerrado con cemento y con tablas de madera clavadas incluidas?

¿Cuál es la verdad? La verdad es que me he estado engañando todo este tiempo. Mi escusa de “estoy bien sola” es para justificar el aislamiento de mi corazón por miedo. Miedo de que no funcione. Miedo de que termine mal. Miedo de que rompan mi corazón. Pero ahora pregunto ¿cómo sabré si pasará algo de eso si no lo intento? Y otra vez: tenemos que arriesgarnos, sobre todo en el amor.

Yo escribí acerca de dejarte llevar y fluir. Yo no fluyo en el tema del amor. Yo freno y freno sin pensarlo, otra vez por miedo. Maldito miedo, ándate.

Volviendo a la frase que le dijo el gurú a Liz. El amor obviamente te desequilibra pero como dice Liz en otro capítulo siempre sufriremos alteraciones, alteraciones que serán para mejor. Ese desequilibrio de mi vida por ese momento traerá un equilibrio a toda mi vida. O por lo menos, espero que sea así.

Así que decidí algo. No sé si te conozca ya o aún no aparezcas en mi vida, pero desde ahora en adelante mi corazón se libera para amarte. Se libera para verte diferente. Se libera para arriesgarme y darlo todo. Si lo pierdo todo no importa, lo intenté y eso es lo que vale. Se libera para estar contigo y no intentar evitarlo. Se libera para pensar en ti y no intentar obviarlo. Esta vez no huiré por el miedo. Me quedaré contigo hasta que el destino lo quiera así. Y como dije en otra entrada pasada: sé que te prometeré muchas cosas pero desde ya te prometo que te amaré por siempre.

Addio, amore mio.

P.D.: En verdad no te odio Enrique Guillen, te quiero. Gracias por todo.

miércoles, 20 de octubre de 2010

"Bel far niente"

Me cansé. Me cansé de este ciclo universitario. Me cansé de este horario tan complicado. Me cansé sacrificar tanto de mi vida por los deberes. Me cansé. Me cansé de no tener tiempo para leer las cosas que quiero leer. Me cansé de no tener tiempo para escribir las ideas que invaden mi mente siempre. Me cansé de no tener tiempo ni para desayunar tranquila. Me cansé de estar corriendo detrás del tiempo. El tiempo es mi enemigo y me pregunto ¿alguna vez será diferente?

En un libro resalté una pregunta que siempre tuve en la cabeza pero que nunca logré unir las palabras correctas para crearla, la pregunta es esta: “¿esta vida nuestra tiene que estar necesariamente volcada hacia el deber?” Y mi respuesta fue un ‘no lo sé’.

Hoy mismo sentí en mi espalda varios kilos de responsabilidades por hacer. Hoy me caí porque era un saco tan grande que me estaba haciendo encorvar cada vez más. Hoy me paré y dejé el saco tirado. Espero que nadie lo recoja. Hoy estoy aquí en mi casa y no en la universidad escribiendo, haciendo algo que quiero y que no tiene sentido en esta vida mía ¿y qué? Esto me gusta.

Cuando era verano y no tenía nada que hacer decía: “Ya quiero comenzar clases, en cierta forma me gusta estar estresada” ¿Se dan cuenta de la tristeza que acompaña estas palabras? ¿Cómo yo pude decir eso? Hasta ahora lo recuerdo pero no lo creo. No estoy diciendo tampoco que no quiero estudiar. Claro que quiero, me gusta. Me gusta llenarme de conocimientos maravillosos que me hacen entender en cierta medida esta vida, pero ¿toda mi vida se trata de esto? ¿Toda mi vida tengo que tener deberes por hacer para sentirme ‘bien’? ¿Acaso siempre tengo que sentir que aproveché el tiempo? ¿No puedo sentirme ‘bien’ después de unas cuantas horas, días o semanas sin hacer nada?

Mi problema es que soy demasiado responsable. Todo lo quiero hacer y si lo hago quiero hacerlo bien, a veces más que bien. Mi problema es que siempre quiero estar haciendo algo. Mi problema es que siempre tengo algo en la mente. No paro, no. Porque si para estoy mal. Si paro me estoy retrasando. Si para estoy siendo pisada por las multitudes en el mundo que avanzan y avanzan. Entonces pregunto al mundo, y si puedo al universo también, ¿Este mundo nuestro tiene que estar necesariamente volcada hacia el deber? Definitivamente la respuesta actual es sí. Cuando duermes hay alguien en el mundo descubriendo algo, hay alguien en el mundo estudiando para ser mejor que tu, hay alguien en el mundo trabajando para ganar más dinero que tu. ¿Pero debe ser así? No. Yo sigo que no y no. Y lo digo una vez más, no.

¿Acaso el no hacer nada no tiene valor? Yo sé que en este mundo no lo tiene pero es porque nosotros lo hemos creado así. Yo quiero ponerle un valor al no hacer nada. Yo quiero sentirme bien al no hacer nada. No me quiero sentir culpable, no. ¿Por qué tengo que sentirme culpable? ¿Acaso es realmente necesario que siempre, que toda mi vida me dedique a hacer algo?

No estoy diciendo que abandonaré la universidad y jalaré la palanca para que mis sueños se esfumen. No. Estoy diciendo que me cansé de siempre tener que hacer algo. Me cansé que esta vida no te permita ni siquiera respirar tranquilo. Claro que mi vida tendrá una dirección porque quiero dedicar mi energía y mis ideas para construir un mundo mejor ¿pero esto necesariamente tiene que implicar que toda mi vida será así? ¿No voy a tener tiempo para hacer nada? Yo quiero ese tiempo, por favor Dios dámelo.

Yo creo que todos nosotros, como parte de este universo y de esta magia, merecemos estar tranquilos. Vivir. Realmente vivir. La rutina nos absorbe sin que nos demos cuenta. Merecemos ser felices sin la necesidad de hacer algo extraordinario. Somos parte de este mundo y sólo por eso tenemos derecho de no hacer nada si queremos. Tenemos derecho. No pienses si te lo mereces o no, sólo es así, mereces ser feliz y punto.

Sé que hay muchas definiciones de lo que es la felicidad. Pero para mí es cuando yo estoy tranquila conmigo. Cuando sé que hago las cosas porque quiero y no porque hay gente que me diga que lo hago. Yo escribo porque quiero. Yo leo porque quiero. Yo estudio porque quiero. Yo como porque quiero. Yo duermo porque quiero. Yo rio porque quiero. Yo sueño porque quiero. Yo bailo porque quiero. Qué puedo decir, la lista es interminable.

Por último, yo digo que el no hacer nada es bello, es bello porque lo quieres así. No te sientas obligado a hacer las cosas como las hace el mundo. El mundo va a una velocidad espeluznante ¿pero eso es lo que quieres para tu vida? ¿Quieres que tu vida corra detrás de tiempo? Yo digo que vayas bajando la velocidad poco a poco. Respira y camina. El tiempo se dará cuenta que tu ya no estás detrás y tal vez te espere para caminar juntos.

Respira y camina. Eso es lo que yo haré ¿y tú?

P.D.: El título está en italiano y es una conocida frase que significa “el arte de no hacer nada”. En Italia cuanto más exquisita y placenteramente domines el arte de no hacer nada, más alto habrás llegado en la vida. Esto debería aplicarse en todo el mundo, y no solo en una bota.

sábado, 16 de octubre de 2010

Bulla


Bulla, bulla, bulla, bulla, bulla, y más bulla.

Ya no distingo los sonidos, lo único que escucho es bulla. Bulla que me distorsiona e interfiere mis pensamientos, no me deja tranquila. Bulla que me inquieta y me hace una persona nerviosa.

Bulla, bulla, bulla, bulla, bulla, y más bulla.

Tal vez esté compuesta por el sonido de la secadora de ropa o tal vez por el vecino que clava y clava. Las bocinas del otro lado de la ciudad tal vez formen parte de esta bulla también. Mi mamá hablando, mi papá hablando, mi hermano sonándose la nariz. No lo sé, yo sólo escucho bulla. Bulla que me distorsiona e interfiere mis pensamientos, no me deja tranquila.

No puedo leer, no puedo escribir, ni siquiera me deja dormir. Bulla, maldita bulla.

La verdad es que me cansé. Me cansé de la vida en esta ciudad cada vez más caótica. Pero no tengo escapatoria.

Alguien corre por allá, el otro por allí y yo me quedo en el medio observando, pasmada y distorsionada. No puedo más.

Soy muy sensible y frágil. Tal vez ese sea mi mayor defecto. No me gusta la luz blanca porque siento que no es cálida y no te hace sentir como en casa. No me gusta cuando hace mucho calor porque siento que me sofoca y me pone de mal humor. Un cambio muy radical puede derrumbarme. Y, por supuesto, soy muy sensible a la bulla. Cuando hay mucho ruido me descuadra y la bulla me pierde.

Siento que esa bulla nunca se va, sólo que van pasando las horas y esa bulla cambia su tono tal vez porque se compone de diferentes sonidos. Pero ya no puedo distinguir los sonidos, solo escucho bulla. Bulla y más bulla.

Antes me podía concentrar a pesar de la existencia de la bulla; en cambio ahora siento que esa bulla me come y me devora. ¿Cómo hago para que esa bulla desaparezca sin que yo desaparezca primero? ¿Cómo cambio la situación sin moverme ni un centímetro de donde estoy?

Me siento tan impotente porque no puedes bajar el volumen ni tampoco puedes apagar el ruido como cuando apagas el televisor cuando sientes que ya no escuchas nada y que poco a poco te esta sofocando.

Ya no quiero escuchar esa bulla ¿Cómo hago?

Y otra vez sin respuesta.

viernes, 15 de octubre de 2010

Problema infinito

Y mi furor dice: ayuda, respóndanme.

¿Saben qué detesto? Tener tantas preguntas que nadie responde entonces ¿cómo sabré la respuesta?

¿Saben qué detesto? Que haya tantos problemas en la vida que no tengo idea de cómo resolverlos y mi problema es que me preocupo demasiado y me siento responsable por ellos aún cuando no tengo nada que ver ahí.

¿Qué se supone que haga? Cuando intento intervenir, no sé qué hacer porque son demasiados complicados y cuando no intento, siento que soy una irresponsable y me siento culpable. ¿Qué tengo que hacer? Que alguien, por favor, me lo diga.

En mi curso de ingeniería me dijeron que hay tres maneras para resolver problemas:

1. Optimizando, que es encontrar la mejor solución para tu problema

2. Satisfaciendo, que es encontrar una solución que resuelve el problema pero no es la mejor opción

3. Disolviendo, que es cuando modificas las condiciones iniciales rediseñando el sistema para eliminar el problema.

Obviamente, son problemas de la vida real pero no aplicada a relaciones humanas. ¿Qué pasa si lo hiciéramos? Creo que algo así llegaría a ser:

Comenzaría con una introducción: Hay tres maneras para resolver los problemas con las personas

1. Optimizando; resuelves completamente tus problemas y todos los involucrados en el son felices, nadie pierde ni nadie gana de más. Todo es justicia y todos se llevan bien.

2. Satisfaciendo; resuelves tu problemas pero, lamentablemente, solo una mayoría son felices, así, hay algunos que pierden.

3. Disolviendo, bueno esta es la mejor de todas, regresas el tiempo y modificas la situación que te causó tantos problemas, evitando el problema inicial.

Mi favorita definitivamente sería disolver mis problemas. Yo se que están pensando que los problemas surgen por algo y ese algo te trae algo bueno, blah blah blah. Déjenme soñar. Déjenme cambiar esas cosas que me traen tanto estrés. Aunque optimizando mis problemas es una opción muy tentadora. Todos serían felices, no hay discrepancias.

Pero esta fantasía no existe. Y nunca existirá. Qué lástima, creo.

¿Saben qué detento también? Detesto que haya personas en el mundo que se golpeen con la pared, descubran que no se rompe y sigan golpeándose. ¿No se dan cuenta que nunca se romperá? Tal vez si lo haga pero luego de muchísimos intentos y tal vez no sobrevivas para hacerlos todos porque será muy doloroso y morirás en el intento. Esto es mi ejemplificación con las personas que siguen dándole vueltas a un problema que saben que no pueden resolver. No romperán la pared si la pared no es flexible. ¿Quieren morir de esa manera? No. Pues eso es lo que hacen las personas cuando siguen y siguen, se autodestruyen. Y esto es lo que me trae tantos problemas ¿qué pasa si es tu hijo el que tiene problemas y no te escucha? Si lo ignoras, que es por tu bien, te sientes culpable. Si te involucras entonces te autodestruyes. ¿Qué hago en esa situación? ¿Ven lo difícil qué es? Detesto esto.

A medida de que creces te vas dando cuenta de lo complicada que es la vida, y lo detesto; así de simple.

Hasta ahora no tengo una respuesta al ejemplo anterior. ¿Acaso te hará feliz autodestruirte con tal de hacer feliz a tu hijo? ¿Ha vivido alguien para contarlo? Que alguien me responda por favor. Necesito respuestas.

Yo he observado una situación parecida. Él creo que se golpeó muchas veces la cabeza contra la pared, que luego no quedó bien cuando por fin se dio cuenta que la pared nunca se caería. Luego, comenzó a ignorar el problema pero igual lo autodestruyó. ¿Ven lo complicado que es? Es el problema infinito.

Ojalá que no viva una experiencia así de complicada en mi vida. Ojalá que ninguno de ustedes tampoco porque soy fiel creyente que es vivir un infiero terrenal. Ojalá que casi nadie lo viva, y si lo vive es porque la vida está haciendo justicia.

Ojalá pudiera disolver mis problemas como es un problema de ingeniería y comenzar todo de nuevo.

Y mi furor dice: ayuda, respóndanme.

Mientras tanto seguiré buscándome dentro de mí que aún no me encuentro.