viernes, 4 de febrero de 2011

Inspiración limeña 9: Quiero revolución



Un día, un domingo tal vez, los cuatro estábamos almorzando como se supone que lo haga una familia normal. El tema favorito del momento y más polémico comenzó a llenar nuestras bocas, nuestras palabras: política. O mejor la política peruana. Siempre termina mal y no creo que sea algo de mi familia sino de todas pero creo que es porque todos (adultos, jóvenes, mujeres y hombres) están igual de perdidos en este tema. Descubrí que mi padre es un dictador soñador, un revolucionario que sueña con una revolución rusa, una revolución china o hasta una revolución francesa aplicada en el Perú. Violencia es la solución, dudaba. ¿En verdad?-digo yo.

Ayer un salón vacío rompió mi corazón.

El salón estaba vacío.

Otra vez las malditas expectativas jugaron conmigo.

Creo que esto se debe a que mi mente se cree tan viva, vivasa es ella.

Entonces una pregunta me desequilibró y que no me permitió transmitirles lo que quería a los 5 gatos: ¿Por qué no les importa? Luego las preguntas se fueron por las ramas y ¿El furor será eterno? –me pregunté. No tengo muy claro por qué comenzó a importarme ¿Será que el furor también es relativo? ¿Altas y bajas; apariciones y desapariciones; existencias e inexistencias?

¿Estaré loca? ¿Estaremos locos? ¿Somos parte de este mundo de locos o somos la minoría? Prefiero pensar que somos la minoría pero ¿y si no? ¿Estaremos en lo correcto?

Este mundo y esta vida son más complicados de lo que pense.

¿Esperanza? Mi querida amiga que me ha acompañado años también parece un poco herida pero sin rastros de querer desaparecer. Gracias, esperanza.

Pistas rotas. Cobrador con la cabeza fuera de la ventana recibiendo el viento en su cara. ¿Será que nos equivocamos en eso de que sólo somos un tipo de ser humano? ¿Será que nuestras distantes almas y mentes no nos permiten ir hacia una misma dirección? Mi deseo de cumpleaños durante 3 años fue Paz mundial pero es algo que cada vez lo veo más distante. Esperanza, ¿sigue ahí? Nunca me dejes por favor.

¿Fuerza? ¿Violencia? ¿Será eso cierto? ¿Necesitamos obligarlos? Algo en esa idea le quita su hermosura.

Mi corazón palpita de una manera distinta cuando pienso en estos temas. Creo que la sangre me hierve, literalmente, y hace que mi pobre corazón sude, o tal vez llore. Quién sabe.

¿Por qué está así de loco el mundo? Segundos pasan y nada pasa por mi cabeza para responder esa pregunta. Es probable que esa sea la respuesta: unos cuantos puntos suspensivos.

¿Bueno? ¿Malo? Pero qué estoy hablando.

Una de las cosas que odio es ser tan expresiva con mi cara, no puedo guardar nada; claro que no todos se dan cuenta y ese me relaja un poco.

En quince minutos me voy a mis clases de yoga y espero que ayuden a mi corazón y a mi alma a recuperarse de la caída.

Mi mente dice, automáticamente: sigue adelante, mi caminante preferida.

Yo digo: Tú siempre me dices lo mismo ¿no tienes algo mejor que decir?

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